La Llorona
Origen de la leyenda
En los tiempos coloniales, se cuenta que una hermosa mujer indígena se enamoró de un caballero español. De esa unión nacieron dos hijos, a quienes ella crió con amor y esperanza de ser reconocida algún día por el hombre que tanto amaba. Sin embargo, aquel caballero jamás la aceptó públicamente; al contrario, terminó casándose con una dama de la alta sociedad, dejando a la mujer y a sus hijos en el olvido.
La tragedia
Consumida por la desesperación y la traición, la mujer cayó en un profundo dolor. Una noche, ciega de furia, tomó a sus pequeños y los llevó hasta un río cercano. En medio de gritos y lágrimas, los arrojó a las aguas embravecidas. Al darse cuenta de lo que había hecho, corrió tras ellos, pero era demasiado tarde. Se dice que su grito desgarrador se escuchó en todo el valle:
“¡Ay, mis hijos!”
El castigo eterno
Desde esa noche, el alma de la mujer quedó condenada a vagar entre los vivos y los muertos. Aparece cubierta con un velo blanco, caminando cerca de ríos, lagos y caminos solitarios, siempre llorando y buscando a sus hijos. Quienes han escuchado su lamento aseguran que hiela la sangre y presagia desgracias.
Testimonios y apariciones
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Viajeros nocturnos relatan haberla visto en senderos rurales, con un vestido blanco flotando sobre el agua.
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Pescadores cuentan que su lamento se escucha en las madrugadas, justo antes de que ocurra una desgracia.
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En algunos pueblos de México y Centroamérica, se cree que escuchar a la Llorona de cerca significa muerte segura, mientras que escucharla de lejos solo es una advertencia.
Vigencia de la leyenda
A día de hoy, la historia de La Llorona sigue viva en pueblos de México, Centroamérica y Sudamérica. Padres y abuelos la usan para advertir a los niños que no salgan de noche: “Si no te portas bien, La Llorona vendrá por ti”.
Su figura también ha llegado al cine, la literatura y las series, transformándola en un ícono del terror latinoamericano.
